Fragmentos de VIAJE TERRESTRE A LISBOA A FINALES DE 1846 por Robert Southey (1797)
CAPÍTULO XII.
Ruta desde Trujillo a Mérida – Miajadas – San Pedro – Camino recientemente proyectado desde Trujillo a Badajoz por Cáceres – Mérida – Su historia antigua – Santa Eulalia – Mérida permaneció como un pueblo puramente Romano hasta el siglo octavo – Invadido por los Moros en el año 715 – Se construyó el Alcázar Musulmán – Se recuperó el pueblo de los Moros en 1229 – Puente Romano sobre el río Guadiana – El Tajamar – El Conventual – El Arco de Trajano – La Casa de los Cerdas – La Casa de los Corvos – El Foro – Restos del gran Acueducto Romano – El Circo Romano – The antiguo teatro – La Naumaquia – El Convento y la Capilla de Santa Eulalia – Desayuno en Mérida – Lobón – Talavera la Real – Albuera – La batalla – Malinterpretación y absurdidad francesas.
Badajoz, 4 de octubre de 1846.
DESDE Trujillo, cuya distancia desde este lugar es de 24 leguas, el camino primero atraviesa una áspera y pedregosa comarca, cruzando el río Salor por un pequeño puente. Esta primera etapa se llama normalmente “El Confesionario de San Pedro”, a causa del número de viajeros que, por los bandidos, han sido enviados aquí a su muerte, sin la ceremonia previa de confesión. Mi andaluz mantiene aquí un ojo en su pistola, que contiene una bonita misiva epistolar de plomo para la mala gente. Felizmente, sin embargo, no hubo ocasión de usarla.
Dos leguas más allá está el Puerto de Santa Cruz, situado en la ladera de Sierra del mismo nombre, con 635 habitantes, y una legua después Villamesías, con 778 habitantes. Dos leguas más adelante está Miajadas, con 4250 habitantes. Hay aquí un viejo castillo bien conservado. El terreno circundante produce vino, aceite, grano y lino; el pueblo tiene algunos telares de ropa y molinos de agua.
Aquí adelantamos a un grupo de Gitanos, quienes nos miraron con cierta mitad admiración e indiferencia salvaje, desde la cuneta, y como paramos aquí para cambiar el equipo, tuvimos la oportunidad de mantener con ellos unos diez minutos de trato. Los hombres mayores tenían todos un verdadero aspecto malicioso, mientras el de los jóvenes era más de salvajismo que de ladrones. Un gitano puede ser reconocido en toda España, incluso más por el modo de llevar su pelo que por la oscuridad de su tez. Su cabello es llevado siempre largo, en una extravagante, despeinada greña natural y recogido normalmente en trenzas que descienden hasta cada mejilla. Su vestimenta suele ser escasa. Rara vez va cargado con el peso de un abrigo, y si algo cubre su cabeza es como mucho un colorido pañuelo descuidadamente atado en fular, mientras en su mano sostiene una larga y pelada vara blanca que soporta su apática figura en una actitud de perezoso reposo. Su cutis es principalmente de un sutil marrón claro, que en los hombres y mujeres jóvenes puede decirse de ser casi bello, y sus fieros ojos te miran como los de algún animal salvaje avistado en un momento en las sendas solitarias de la naturaleza. Las mujeres y niños de la tribu viajan subidos en maíllas o peludos asnos y difieren poco en apariencia y vestimenta de los hombres; las viejas parecen brujas marchitas, las jóvenes, con su exuberante cabello y magníficos ojos, motivan las atenciones de los hombres que devuelven sus atrevidas miradas, pero un cuchillo está listo para reparar de inmediato un acercamiento con exceso de confianza.
(Traducido al castellano por la alumna María Luisa Cornejo Aliseda y el alumno Francisco Mateos Pérez)