PREFACIO.
En las siguientes cartas he relatado lo que he visto. De las anécdotas, las cuales abundan no hay ninguna de las que dude de su autenticidad. No hay disquisición en economía o política; he dado datos y el Lector puede sacar sus propias conclusiones. El libro está escrito con escrupulosa veracidad; yo nunca ni en lo más mínimo he avivado la narrativa desviándome de la pura verdad.
He escrito las cosas como me parecieron si alguien mejor informado que yo me encontrase equivocado, le rogaría que se aplicase esta historia.
Un amigo mío llegó a Falmouth con un ruso que nunca había estado en Inglaterra. Viajaron juntos por Exeter; por el camino el ruso vio un poste de señalización en el cual la inscripción estaba borrada. “No pensé hasta ahora (me dijo) que erigíais crucifijos en Inglaterra.” Su compañero rectificó el error y viendo cerca la señalización del sentido de los carruajes “continúe la marcha por aquí”, él añadió; “si regresaras a casa con este error, podrías decir que los ingleses no sólo erigían cruces en el borde del camino, sino que hay piedras puestas para decir al pasajero donde quitarse el sombrero y donde le está permitido volvérselo a poner otra vez.”
CARTA XIII (página 177)
Lunes, 18 de enero.
En Trujillo una vez más vimos vajillas Inglesas; pero no conseguimos aprovisionarnos allí, ni siquiera un huevo- Las Cortes lo habían demolido todo por completo. Las cotidianas jarras de barro estaban mejor rematadas y aparentemente de mejores materiales de los que yo he visto en Inglaterra. La ciudad, formaba una fina silueta cuando miramos atrás; se ven muchas construcciones derruidas; el suelo es rocoso y entre las piedras crecen las retamas exuberantes en flor. De pronto se volvió cenagoso, y se presentó ante nuestros ojos una deprimente perspectiva como los caminos de Cornualles. Pasamos por la sierra de Santa Cruz, la cual habíamos visto a diez leguas de distancia desde el Puerto de Miravete. Es la aglomeración más sorprendente de ásperas rocas que nunca vi intercalados con parajes cultivados y olivares; y abajo hay una aldea con un convento.
Cuando entramos a la aldea de Puerto de Santa Cruz, donde cenamos, la gente nos rodeaba para saber si éramos los caballeros que venían a pagar las deudas del Rey. Aquí probamos un plato muy recomendado y, de hecho, muy excelente de los españoles; es magro de cerdo muy sazonado con ajo y remojado en vino tinto. La entrada a la aldea aquí es por una puerta en la pared cubierta con una gran piedra y un relleno de piedras. Tan aficionados son estas personas a los adornos que una anciana aquí que haría Sycorax encantadora en comparación, llevaba pendientes y un collar.
Las cigüeñas construyen sus nidos en casi todas las iglesias. Este ave se considera sagrada aquí, y ningún español le molestará. ¡Es agradable encontrar un prejuicio por esta parte de la humanidad!
Si el rey de España tiene una chispa solitaria de sentido o humanidad, debe sentirse seriamente afligido al contemplar el estado miserable de sus dominios. La imaginación no puede concebir un clima más agradable. Aquí hay vino para alegrar el corazón del hombre, maíz para sostenerlo y aceite para mantener el rostro alegre. Cuando los moros poseían Extremadura, toda esta provincia era como un jardín bien cultivado; en la actualidad, la población, según Ponz, es solo de cien mil habitantes, aunque la provincia tiene doscientas millas de largo y ciento sesenta de ancho. Como causa de esta melancólica despoblación, dice que la peste de 1348 destruyó dos tercios de la población de España, por lo tanto, vastas extensiones de tierra quedaron sin cultivar, y por lo tanto se introdujo un sistema de pastoreo descuidado y similar al tártaro. Este extravagante sistema aún se sigue aplicando debido a su efecto, real o supuesto, en la calidad de la lana. El conde Floridablanca ha mostrado en una de sus publicaciones la locura de producir lana con tantos gastos para los fabricantes extranjeros, en lugar del tipo más tosco apropiado para su propia producción.
Viajamos leguas sin ver una aldea, y cuando entramos una, son sitios aptos solo para parte de la familia porcina. En cuanto a los pueblos, no es posible que un inglés se haga a la idea de su extrema pobreza y miseria. Se puede hacer a la idea del estado del reino por esta circunstancia, ahora hemos recorrido 1.600 kilómetros sin haber visto nunca una casa nueva o una simple casa.
Es la política de la Corte aquí y en Portugal, hacer que pague (impuestos) la nobleza, y por lo tanto, haciendo que tengan necesidades (económicas), hacerlos dependientes de la Corona para viviendas y pensiones. Así pues, esta legislación, una organización raramente demasiado entusiasta de la causa por la reforma, está completamente afianzada. El clero es el enemigo declarado de toda innovación: entre ellos, quienes creen en lo que profesan, deben ser fanáticos de mente estrecha, y quienes profesan lo que no creen deben ser malos hombres; los unos no pueden instruir, y los otros no lo harán. Deben ser despiadados porque están condenados al celibato, porque en ellos es delictivo complacer los afectos humanos, y si no los complacen, toda la leche de la bondad humana en sus corazones, se volverá amarga. ¿Dónde está la Reforma para empezar? Aquí se abandonan todos los mandatarios, porque todos los mandatarios son ignorantes. Pero antes de que cada hombre pueda ser virtuoso y feliz, el Árbol del Conocimiento debe crecer en el jardín de cada hombre.
“Me río de los sistemas (dice nuestro amigo P.H.) cuando considero cuánto tiempo ha existido el púlpito para enseñar el deber, y la horca para imponerlo, y luego veo la enorme masa de maldad que uno pasa por alto y el otro no puede castigar; “y la forma más sabia es reírse de ellos: es una locura lamentarse por lo que no podemos enmendar, y en cuanto a enmendar el mundo, la Sociedad es un asno que pateará al hombre que intente aliviarlo de su carga.
Martes 19.
Anoche dormimos en Miajadas; el Rey tiene un palacio allí, y visitamos las ruinas de un castillo y una iglesia noble. El pueblo está a tres leguas del Puerto de Santa Cruz. La primera parte sobre un suelo infértil y pedregoso, así pues escasamente plantado con robles espinosos y maíz entre los árboles, ahora del verdor más agradecido. A mitad de camino hay un puente sobre un pequeño riachuelo, en un extremo se encuentra un ascenso de más de cien yardas por un camino elevado; en el otro una curva tan abrupta como para formar literalmente un ángulo recto; en España se han construido cosas tan excelentes: si el puente se hubiera construido aproximadamente un cuarto de milla más arriba, el ascenso y la curva podrían haberse evitado, y el camino se habría acortado. El suelo de Miajadas está sin cultivar, y desde la colina sobre el pueblo, observamos una gran llanura pantanosa rodeada de montañas. Aquí, como de costumbre, nos entretuvieron con las quejas a la Corte. Una chica nos dijo que el paso del Rey había roto cinco vasos allí en una noche. “¿y pagaron por ellos?” ¡Pagad por ellos maldita gente! Ni un maravedí”. –La habitación en la que estábamos estaba arqueada como un sótano, y bajamos dos escalones para entrar: estaba tan húmeda que llegué a la conclusión de que cualquier alimaña que se hubiera caído accidentalmente allí, debería haberse constipado y muerto de asma. Me equivoqué, lamentablemente.
(Traducido al castellano por los alumnos y alumnas María Luisa Cornejo Aliseda, Juana González Tello, María Matilde González Tello, Ana María Nieto Masa, Ana María Ramos Masa y Catalina Tello Mayoral)
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