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CITE Colaborativo

NUESTRO ENTORNO A TRAVÉS DE IMÁGENES (1ª parte)

Una imagen es, entre otras acepciones, la reproducción de la figura de un ser por la combinación de los rayos de luz que proceden del mismo. También es la representación de una intuición o visión poética por medio del lenguaje.

Se dice que una imagen vale más que mil palabras. Esta afirmación tiene sus fundamentos. De hecho, muchas manifestaciones artísticas lo demuestran: una obra pictórica, una fotografía, una escultura, un edificio… son capaces de transmitir ideas y generar sensaciones sin necesidad de palabras.

Pero, otras veces, hay obstáculos que dificultan o impiden percibir sensorialmente esas imágenes plásticas. Entonces, una palabra concreta o un conjunto de ellas, hábilmente ensartadas, logran el mismo objeto comunicativo.

Así, la escritura y la fotografía son recursos que los seres humanos podemos utilizar para expresar y transmitir nuestros sentimientos, ideas y valores. 

 

Y, aunque según las circunstancias, a veces el protagonismo lo tiene la imagen plástica, y en otras ocasiones es la imagen literaria la más apropiada; también, puede darse el caso en el que la combinación de ambas es la conjunción perfecta para expresarnos creativamente.

Uno de los objetivos de nuestro proyecto CITE Colaborativo es aprender a partir del entorno natural y social más próximo. Aprender no es sólo memorizar conocimientos, sino también desarrollar y aplicar destrezas, habilidades y valores. Asimismo, aprender es comprender la realidad, ya sea la del universo, la de nuestro planeta, la de nuestro entorno más cercano o la nuestra personal.

También hay que aprender a aprender y, para ello, hay que andar por la vida con curiosidad, con los ojos y la mente bien abiertos. Sólo así podremos descubrir, conocer, gestionar y valorar la belleza y la fealdad, las alegrías y las penas, las luces y las sombras… que son expresiones de la existencia misma.

A continuación, os ofrecemos unas imágenes (plásticas y literarias) centradas en nuestro entorno natural inmediato y que son  obra de nuestro alumno Koldo Moreno Rodríguez (Nivel II – Módulo II de ESPA).

 

Y es en la soledad de la noche,

mirando al cielo,

donde disfruta de su paso por la Tierra.

Parece estar solo,

pero es el cobijo de miles de animalitos…

A veces… la compañía…

no se tiene porqué dar

entre los de la misma especie.

 

 

 

Estamos en otoño…

en la dehesa de Santa Cruz.

Pero es demasiado pronto 

para que haya perdido todas las hojas.

No es un árbol seco…

Es un árbol viejo.

Y cuando digo viejo, 

lo digo con todo el cariño del mundo.

Es un árbol que ha vivido 

el equivalente de varias vidas humanas.

Un árbol que ha visto el ir y venir de la gente 

al sitio en el campo donde está.

Un árbol que ha vivido 

el trasiego del camino 

junto al que se encuentra.

Un árbol que ha recibido, 

durante cientos de años, 

miles de litros de agua de lluvia 

como si de conocimiento se tratase.

Y otros tantos de años, 

miles de horas de sol recargando energía.

Y en ese proceso de la fosforescencia 

se encuentra ahora… 

En el de soltar lentamente 

la energía acumulada.

De mirar cansado…

Sin sorpresas…

Porque lo ha visto todo…

como abuelo que es.

Sabiamente…

Como sabio que es.

 

 

 

Era evidente que vivió tiempos mejores… A pesar de ello, se negó a bajar la cabeza, a ocultar su rostro por vergüenza al qué puedan decir. Su vejez iba a ser tan digna o más que la vida que había vivido. Se había comprometido con ella misma.

Las arrugas marcaban el paso de una vida dura, y esa vida la hizo fuerte. La marcas en su piel, los días que pasó a la intemperie de sol, frío y lluvia… Pero eso la daba para contar historias, muchas de ellas, increíbles. Como la de aquel rayo que le cayó encima y que, a pesar de ello, seguía viva… 

Solamente se estremecía por una cosa, y era cuando había tormentas. Por lo demás, la lluvia la toleraba muy bien. Le recordaba a esas duchas interminables, en las que nada ni nadie la molestaba.

Eran los huecos de su cuerpo… los sinsabores de personas que pasaron por su vida y dejaron un espacio vacío difícil de llenar. Las extremidades cortadas…, historias que terminaron al poco de empezar y que, aún así, dejaron huella.

Siempre le dijeron que por qué permitía esas cosas; que se quitara los pájaros de la cabeza. Lo que no sabían aquellas voces exteriores es que, a ella, lo que más le gustaba era precisamente eso… LOS PÁJAROS EN LA CABEZA y cómo, con el tiempo, iban anidando ahí, en ella, porque se sentían a gusto.

Todo el mundo le decía cómo hacer las cosas. Ella asentía a modo de aprobación y, luego, hacía lo que le venía en gana. Siempre fue muy suya y, ahora… en este momento…, no iba a dejar de serlo. Sabía que su momento estaba acabando, pero quería hacerlo con dignidad y fiel a sí misma, erguida -que no altanera-, con la mirada clavada en el cielo, la cabeza muy alta como lo que siempre fue… Una gran señora -¡de campo, sí!- PERO LA SEÑORA DE LA DEHESA.  

 

 

#EduardoMoreno21/22